Yo también soy desplazada

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“Pues como usted ve, yo vivo así: amontonadita” Carmen Yajaira Mora no exagera en sus palabras. Ella y tres de sus cinco hijos viven en un espacio muy reducido, con tres camas y un armario que, según ella, le compró a una vecina a muy buen precio.

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Soacha se convirtió en el único lugar donde Yajaira pudo empezar una nueva vida

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Nació en Sardinata, pero sólo eso, nació allí. Su vida empezó en La Gabarra, municipio de Tibú, en el Norte de Santander. Siempre fue una mujer de negocios, hizo bachillerato y estudió tecnología en mercado y ventas. Montó un negocio de muebles y electrodomésticos, donde vendía a crédito. Su vida transcurría normal. Todos los domingos hacía el cobro de los créditos, visitaba sus clientes y recogía el dinero. La vida le sonreía hasta que el 29 de mayo de 1999, los paramilitares se tomaron el pueblo.

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Yajaira vive en la casa de su hermana, y sus cinco hijos en una habitación

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Mientras hablamos en su habitación, peina a sus niñas y niños, les da dinero y los alista. El más joven, David, le pide plata para comprar un esfero rojo que no tiene, “cuesta 600 pesos mamá” Yajaira lo mira y le dice: “no, cuesta 500”. Le da la plata, se frota la cara con las manos y prosigue: “Quedamos sin luz, y se forma la matazón. A las cinco y media me levanté y me salí a mirar todos los muertos. Encontré clientes que me debían, encontré amigos, el hijo de una señora que vendía hallacas, puro conocidos todos. Nos dijeron que nos fuéramos…”.  Después de aquél día, las cosas cambiaron para ella. El pueblo quedó solo y sus habitantes huyeron para Venezuela.

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Yajaira pasó de ser una empresaria a vender cerveza en el segundo piso de un local en Soacha

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Con un niño de un año, Yajaira huyó junto con más personas del pueblo, rumbo a Venezuela. Cruzaron las fronteras del vecino país, y llegaron a Casigua, en donde pernoctaron por 5 noches antes de retomar a la capital del Norte de Santander, Cúcuta. Sin embargo, la suerte no le sonrió en aquella ciudad. Vivía arrimada donde unos conocidos, que de alguna u otra forma, querían que ella los mantuviera. Las oportunidades eran pocas y la vida difícil. Bajo aquellas circunstancias, Yajaira prefirió regresar a La Gabarra, en donde se encontró con un paisaje desolador: su almacén estaba vacío, los clientes habían sido asesinados por los paramilitares y no había nadie a quién cobrarle los créditos que le debían. Tenía que empezar de cero.

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Uno de los hijos de Yajaira entra a la casa para pedir dinero para comprar un bolígrafo

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“Yo sí soy una berraca” espeta Yajaira mientras despide a los niños para el colegio. Le pide a su hija que le pase el canguro que está en uno de los cajones del closet. Saca 2.000 pesos y se los da para las onces. Con las ganas de levantarse de aquél precipicio donde la tiraron los paramilitares, empezó a lavar ropa a quien le pedía. Por varios meses lavó y lavó hasta que pudo ahorrar lo suficiente para arrendar un pequeño lote, en donde montó un negocio de cerveza. El arriendo eran $150.000.oo, arregló el predio, le puso relleno, y le apostó al negocio que tenía futuro. La tienda empezó a ser popular y no le podía ir mejor, hasta que el arrendador subió el precio a $500.000.oo. Yajaira se rehusó a pagar tal suma y los problemas empezaron nuevamente.

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En las mañanas Yajaira se levanta a ayudar a su cuñado en la tienda para hacer el inventario

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Después de un par de días, el arrendador envió un paramilitar conocido como “Piedras Blancas” a matar al esposo de Yajaira. “Llegó el paraco a matarlo a la casa! Pero yo soy una persona que sea lo que sea, yo enfrento las cosas. Entonces yo salí y agarré al paraco y le dije: me dice Piedra Blanca ¿por qué lo va a matar?. Si usted me dice por qué lo va a matar, listo, lléveselo y mátelo”. Piedra Blanca le advirtió que, o pagaba o le mataban al marido. Yajaira decidió dejar la tienda.

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Los niños de Yajaira esperan en casa mientras la madre trabaja, los seis duermen en una habitación con tres camas

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En el 2003 otro paramilitar, “El Chamba”, puso los ojos sobre esta santandereana. “Negra, si usted no me para bolas por las buenas, me para bolas por las malas. Le voy a matar a su marido. Ese señor es mayor que usted”. Yajaira le tenía terror a este sujeto pues tenía fama en La Gabarra de comerse las orejas de sus víctimas. Yajaira se escondía para evitarlo, pero era imposible, siempre la encontraba. “Decía que yo me parecía a su mujer” señala ésta mujer. “El Chamba” le dio una última oportunidad y antes de que cumpliera su palabra, Yajaira convenció a su marido que escaparan. Con ésta, eran ya dos las veces que había sido desplazada por la violencia. Sin más opciones, decidió emprender nuevamente a Cúcuta. Un segundo intento era indispensable.

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El armario y el televisor son los pocos bienes muebles que Yajaira tiene ahora

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En el 2005 empezó “Familias en Acción” en Cúcuta y Yajaira se inscribió. Su actitud y carisma rápidamente fueron valoradas por las demás mujeres y la eligieron como madre líder. Aunque eso no era lo suyo, pues siempre había estado trabajando en el comercio. Su excelente trabajo la impulsó para montar una organización que representara a las mujeres víctimas del conflicto. Empezó con 30 miembros, quienes se organizaron, hicieron actas y se registraron como organización sin ánimo de lucro. Comenzaron a trabajar con la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y con el Consejo Noruego, quienes le dieron capacitación. Encontró que su pasión estaba en ayudar a las víctimas mujeres del conflicto y empezó una lucha feroz para hacer respetar los derechos de las mujeres.

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Además del televisor y el armario, Yajaira intenta comprarse un computador para poder redactar tutelas y derechos de petición y así ayudar a otras personas en su misma situación

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“El 9 de Abril es el día de las víctimas. Yo hice una ponencia en el consejo de Cúcuta, lo hice en la asamblea. Yo hice la ponencia pero nunca pensé que me fuera a traer tantas consecuencias. Yo soy pesadita para hablar, lo que yo siento lo hablo, así soy. La plata del plan de acción debe ir directo a las víctimas y debe tener un goce efectivo de derechos. Pero el alcalde se la dio a una ONG, y no hay derecho. Dizque para capacitar a los funcionarios se gastan $400.000.000.oo, nunca lo acepté” y empezaron nuevamente los problemas.

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Yajaira entra al local de cerveza. Su cuñado lavó pescado arriba y el olor es penetrante. Dice que en la noche estará todo limpio nuevamente.

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El 21 de abril un sicario la esperaba en su casa. Una vecina la alertó de aquél hombre que llevaba esperando a Yajaira fuera de su casa. La vecina la invitó a entrar y esconderse por un tiempo. El temor de ser asesinada la hizo perder el control y salir por atrás de la casa y correr hacia la suya. Por varios días el sicario anduvo en el barrio buscando la oportunidad para obtener el resultado de su misión, pero falló. Yajaira dejó algunos de sus niños en el Cauca, y huyó para Bogotá.

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Yajaira dice con orgullo que ahora los clientes ya no dicen que “van a ir a tomar cerveza”, sino “!vamos a tomar cerveza donde Yajaira!”

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El 27 de abril de 2014 Yajaira llega a Bogotá desplazada por la violencia. Su hermana le dio una pequeña habitación en la localidad de Soacha, donde ahora duerme con sus hijos. Abrió un pequeño puesto de cerveza en el segundo piso de una casa. Los vecinos ahora ya no dicen “…vamos a tomar cerveza…” sino “…vamos a tomar cerveza donde Yajaira!…”. Intenta hacer lo que pueda para salir adelante, y escapar de la violencia. Como Yajaira dice, “una víctima no tiene precio”. Su sueño es tener un computador para presentar derechos de petición, cartas, enviar correos con el objeto de poder asistir a las víctimas. Lo único que le pide al gobierno es que le solucionen lo de la vivienda y el problema de seguridad sobre las amenazas que recaen sobre ella. “A las víctimas las utilizan aquí como muñecos. Nosotros somos los muñecos de este país. Le dan al que no necesita, y al que necesita le niegan. Hay mucho colado que ni siquiera fue víctima ni nada, y a esos sí les dan. Y uno que está por aquí comiendo de todo, lo olvidaron” Dice Yajaira mientras se arregla para ir a trabajar a la tienda.

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Lo único que Yajaira espera es que esta vez la vida, y especialmente el Estado colombiano, no le fallen nuevamente.

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Por: Andy VC

“Made in the Earth!”