Lepra, Colombia

Enfermedad huérfana

Como si de una novela de ficción se tratara, un pueblo en Colombia nace de la inexcusable ignorancia del ser humano hacia una enfermedad que hoy en día es curable. La persistente angustia de las mayorías por excluir a las minorías, la ignorancia para el tratamiento de una enfermedad, y la vergüenza que la misma representaba, fueron causas suficientes para el aislamiento de miles de personas en todo el mundo, como ocurrió también en Colombia al estigmatizar y segregar a quienes la padecen, una pequeña población del Departamento de Cundinamarca llamada Agua de Dios.

Impulsado tal vez por el mismo razonamiento de ficción disgregado por Saramago en su libro “Ensayo sobre la Ceguera” en donde se puso en cuarentena a todo persona que padeciera de una ceguera que se propagaba como una epidemia y de la cual no se sabía nada, en 1867, el gobierno colombiano compró los terrenos en los cuales hoy se asienta el pueblo de Agua de Dios, con el único objetivo de aislar a quienes padecieran lepra, siendo el río Bogotá testigo y frontera para aislar y separar a los enfermos, convirtiéndolos en lazareto en 1870. Un proyecto que logró uno de sus objetivos principales, desaparecer del ideal popular la existencia de dicho mal, hablamos de una enfermedad huérfana que ha sido olvidada y de la cual hoy en día muy poco se habla.

Un pueblo que pronto se convirtió en lugar de peregrinación tanto para aquellos enfermos que decidían ir voluntariamente (debido a la falsa creencia sobre los milagros curativos de las aguas termales de Agua de Dios), como para aquellos otros que eran capturados por los “caza leprosos”, sujetos pagados por el Estado para peinar el territorio nacional y encontrar todo aquel que pudiera representar una “amenaza” para la salud pública. De esta manera, muchas personas que tan sólo padecían de enfermedades de la piel, túnel del carpo o artrosis, eran confundidas y excluidas como enfermas de lepra y el pueblo fue cercado con alambre y custodiado con policías para evitar la salida de los enfermos[1]. Un territorio convertido en cárcel, su objetivo principal: aislar a los enfermos, evitar el contagio, crear estigmatización, y evitar la vergüenza que podría representar dicha enfermedad para un Estado en un contexto internacional[2]. Así, una verdadera cárcel de alta seguridad nace de las manos de la lepra, donde en 1901 se emite una moneda única para el municipio, a base de níquel, conocida como “coscoja”.

Este municipio contó con una fuerte influencia religiosa, así los Salesianos de Don Bosco, las Hermanas de La Presentación y las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, dejaron nada más y nada menos que 14 capillas y una parroquia en un pueblo de no más de 11.000 habitantes.

Solo con la Ley 148 de 1961 se acabó con la exclusión, se autorizó la creación del municipio y la adjudicación de los terrenos a sus ocupantes, lo que se concretó en 1963.

Si se camina por la plaza central de Agua de Dios, puede verse en el centro la estatua en piedra del famoso músico y compositor Luis A. Calvo a quien se confinó afirmando que padecía de lepra, siendo acompañado por su madre y su hermana. En 1916 enfermó y dijo: “El terror de los espantos tocó a mis puertas”. Falleció en el año 1945, dejando un legado de más de 160 obras musicales. Varios recintos culturales particularmente de Universidades como la UNIS en el Departamento de Santander y la Universidad Distrital de Bogotá, así como el festival musical de Gámbita, llevan su nombre.

Y es que por la lepra no sólo se excluía a mendigos, incultos y gente de mal vivir, sino también a grandes figuras artísticas e intelectuales. Usualmente las personas eran llevadas en ferrocarril hasta Tocaima y de allí en coche de caballos hasta la rivera del río Bogotá al llamado “Puente de los Suspiros”, que servía de límite a la población.

Algunos de síntomas que la lepra presenta pueden ser confundidos por otras enfermedades que nada tienen que ver con la lepra, así ésta enfermedad puede achatar la nariz, origina contracción o recogimiento de los dedos produciendo la llamada “mano de tigre” y la “mano de predicador” y úlceras “bíblicas” descritas por San Lucas.

Hay dos albergues destinados a la atención médica de estas personas en Agua de Dios, el albergue Boyacá para hombre y el Albergue San Vicente para mujeres, que tienen en total 265 pacientes que provienen de todo el país. Cuentan con buenas instalaciones y gran personal sanitario. Según las estadísticas, cada año entre 650 y 850 personas son afectadas en Colombia por esta enfermedad.

A pesar de ello, el aislamiento social de estas personas sigue persistiendo. Poco se habla de ella y el desconocimiento de su existencia se puede palpar en el aire. Mantener éstas minorías en el pasado es un grave error, son personas que requieren de más atención por parte de la sociedad. Así, se encuentra que el trabajo voluntariado es escaso al igual que el reconocimiento para aquellas personas que dedican su tiempo a asistir a los enfermos.

No hay que olvidar que Agua de Dios es un hermoso pueblo que nació de esta brutal enfermedad, el cual aisló a miles de personas entre sus verdes e impactantes colinas y montañas, que cercó entre sus frondosos bosques la vergüenza que sentía la sociedad colombiana hacia los enfermos de lepra. Olvidar nuestra historia, omitir el reconocimiento de la enfermedad y del municipio de Agua de Dios, sería seguir viviendo en un Estado arcaico.



[1] Ley 104 de 1890

[2] Europa tuvo sus ciudades malditas. Según Mateo de París, citado por Michel Foucault en la Historia de la Locura en la Época Clásica, Brevarios del Fondo de Cultura Económica, Tomo II, 2000, hubo hasta 19 mil en toda la cristiandad.

You did not specify a price in the shortcode