Un refugio en el barrio Egipto, Bogotá

El conflicto armado en Colombia ha dejado oficialmente hasta el momento seis millones de víctimas. Una cifra escalofriante.

Cristina fue desplazada de la vereda “Chiste Verde” del municipio de Mocoa (Departamento de Putumayo). En un terreno, vivían su marido, sus cuatro hijos y ella, “…allí teníamos nuestros muebles, en una hectárea cultivamos piña, en otra plátano y cebolla, también cultivamos tomate, ñame y yuca. Teníamos animalitos, caballos, gallinas, cerdos y vacas…” señala Cristina mientras enseña las fotos de su familia. Un día llegó un grupo armado organizado al margen de la ley a las puertas de su casa y los sacó. A la pregunta ¿cuál grupo?, La respuesta se torna confusa, y prefiere no señalar grupos, ni decir nombres.

Cristina es una de aquellas víctimas que no se encuentran en aquel número oficial del cual tanto alardea el Estado colombiano. En acto administrativo se le comunicó: “…conforme con la caracterización efectuada por la Unidad para la Atención y reparación Integral a las Victimas, se constató, que el evento de desplazamiento forzado declarado en el registro Único de Víctimas, ocurrió en un término igual o superior a diez (10) años antes de la solicitud realizada en esta petición (…) en consecuencia con la anterior nos permitimos informarle que no es viable acceder a su solicitud del componente de alimentación de la atención humanitaria de transición…”, dicho en otras palabras, Cristina, para el Estado, ya no es víctima del conflicto armado que lleva cobrándose vidas, y dejando desplazados en el camino, por más de cincuenta años en el país, debido a que su caso tuvo lugar diez años antes de la solicitud. Muchas de las víctimas, como en el caso de ella, carecen de educación primaria y secundaria, e intentan sobrevivir diariamente en un Estado que dejó de ser social hace mucho tiempo. Estamos ante un Estado que prescribe el sufrimiento de las víctimas para evitar responsabilidades.

Cristina llegó al Barrio Egipto en el 2002, desplazada por la violencia, con las dos manos atrás, cuatro hijos y la sombra de un marido que lo habían desaparecido. Entre las casas y la violencia que azota el Barrio el Egipto, Cristina logró hacerse un hueco en la comunidad, la cual le brindó la mano para, de alguna manera, aceptarla a ella y a sus hijos. Ahora vive en condiciones muy precarias, la humedad hace estragos poco a poco en su casa, el baño se encuentra en muy malas condiciones, carece de agua potable, y el cableado eléctrico hace parte del adorno de sus cuatro paredes.

De alguna forma, consiguió que un internado privado, dirigido por monjas, aceptara a sus hijas para brindarles educación y casa de lunes a viernes. Los fines de semana, las niñas regresan con su madre y su hermano. Sin embargo, el dinero no alcanza, y muchas veces resulta difícil ofrecer a sus hijas los materiales de limpieza necesarios que piden en el colegio.

“Yo ahora vivo tranquila, siempre intento borrar mi pasado, es lo mejor, es muy difícil, pero todos los días saco eso de mi cabeza. Necesito muchas cosas, pero tengo salud y mis hijos, mal que bien, se encuentran en buen estado y eso es lo importante”.

Nota:

Si alguien se encuentra interesado en brindar ayuda a Cristina, por favor escribirme un email.

Escrito por: Andy VC

“Made in the Earth!”

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